domingo, 3 de enero de 2016

Ni franceses ni islamistas, independientes y pluralistas

LA MEMORIA DE LA INDEPENDENCIA RENUEVA A ARGELIA

Eduardo J. Vior 03 de Enero de 2016 | 12:00
En momentos en que Argelia se apresta a transitar hacia un régimen democrático con acentos propios y a revisar su ubicación internacional, la muerte de Hocine Aït Ahmed el pasado 23 de diciembre revivió en la memoria de su pueblo la tradición socialista, laica, pluralista, democrática de unificación magrebí tres veces frustrada en el último medio siglo.
Decenas de miles de manifestantes acompañaron el viernes 1° el cuerpo del líder del Frente de Fuerzas Socialistas (FFS)a los montes de la Cabilia, el duro este argelino habitado por bereberes (35% de los 40 millones de argelinos), donde fue sepultado. Aït Ahmed había muerto a los 89 años de edad. Previamente, a la llegada del féretro de Lausanne, Suiza, el jueves se realizó un funeral de Estado en Argel.
Nacido en 1926 en la Cabilia, a los 16 años se sumó a la lucha por la independencia y desde 1954, al Frente de Liberación Nacional (FLN) del que fue representante internacional, hasta que en 1956 Francia lo puso preso en Túnez. Al independizarse su país en 1962, regresó, pero rechazó el partido único y en 1963 fundó el FFS. Por su defensa de los Derechos Humanos y de la causa de los bereberes, en 1966 fue a la cárcel de donde escapó dos años más tarde, para refugiarse en Suiza.
Cuando en 1980 se produjo la llamada "primavera bereber", intervino para evitar la violencia y promover el pluralismo y, al anular el ejército en 1991 las elecciones legislativas ganadas por el Frente Islámico de Salvación (FIS), su partido reclamó "ni Estado policial ni república integrista". En 1992 Aït Ahmed propuso un proceso de reconciliación al estilo sudafricano, pero no pudo evitar la sangrienta guerra civil entre el Estado y los yihadistas, que duró diez años. Nuevamente exiliado, en 1995 anunció desde Roma junto con otros seis partidos opositores un acuerdo para la alternancia en el poder, la libertad de cultos y el respeto a la legalidad. Ya enfermo, en 2011 se retiró de la vida política y entregó la conducción de su partido que en 2012 se convirtió en la cuarta fuerza parlamentaria de Argelia.
Apenas muerto Hocine, el presidente Buteflika anunció el pasado día 28 un anteproyecto de Constitución que prevé una democracia pluralista, para cuando el mandatario acabe en 2019 su cuarto período consecutivo. Al hacer el anuncio, el jefe de Estado se mostró en público por primera vez después de una larga enfermedad.
Comienzan, pues, transformaciones muy importantes e inciertas que requerirán del ejército como garante de la estabilidad y la paz social. Para ello, este es comandado desde junio pasado por el general Gaid Salah, mientras que el general "aperturista" Athmane Tartag se hizo cargo en noviembre de Inteligencia y Seguridad.
La transición está afectada por la fuerte baja de los precios mundiales de los hidrocarburos cuya exportación sostiene el 25% del presupuesto argelino. Sobre las necesarias reformas económicas disputan quienes quieren mantener los subsidios actuales a la nafta y la masiva construcción de viviendas sociales (300 mil actualmente en curso) con los neoliberales apoyados por Francia, EE UU y el FMI. Sin embargo, como a principios de siglo faltaban tres millones de unidades y hoy sólo 450 mil, es poco probable que el ejército abandone esta política que ha pacificado el país, tanto que el pasado 8 de diciembre el jefe del brazo militar del FIS, Madani Mezrag, llamó a regresar a la vida política.
La estabilidad interna de Argelia se vincula también con su veto a las intervenciones europeas o norteamericanas inconsultas en la región, aunque deba tolerar a los franceses en Mali y Níger y a los norteamericanos detrás del tráfico de armas y drogas por el Sahara.
Entre la alianza occidental que pretende copar el país, el yihadismo suicida, el islamismo conservador y el renacimiento nacionalista, Argelia aprovecha la muerte del viejo líder para bucear en su memoria y renovar el pacto magrebí de unidad en una sociedad laica y pluralista. Si lo logra, sería la segunda muerte del colonialismo francés. «

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Eduardo J. Vior