domingo, 30 de agosto de 2015

La rivalidad entre EE.UU. y Rusia se extiende al Polo Norte

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Opinióndomingo 30 de agosto 2015

Disputa por el Ártico

La autorización del Gobierno norteamericano en julio pasado a Shell para buscar petróleo frente a la costa norte de Alaska y la presentación de Rusia para que la ONU reconozca su zona económica exclusiva hasta el Polo Norte indican que las potencias y las corporaciones apuestan a la suba en el precio del petróleo y que, para aprovecharla, no tienen empacho en recalentar su competencia en el Ártico.

Solo cuando esta semana llegue al Mar de Chukchi el rompehielos Fennica (recién reparado en Portland, Oregon) y entre en servicio como guardia de emergencia, la Administración de Energía Oceánica (BOEM, por su sigla en inglés) dará a Shell el permiso definitivo para la exploración de hidrocarburos en la plataforma submarina ártica. No obstante, ante la atenta mirada de los ambientalistas, únicamente se autorizan perforaciones hasta fin de setiembre, para retomarlas después del invierno boreal.

En tanto, dos semanas atrás, Rusia solicitó al Comité sobre el Derecho del Mar de la ONU que le adjudique una zona económica exclusiva de 1,2 millones de kilómetros cuadrados del mar Ártico. En 2002 el organismo internacional rechazó un pedido similar por falta de datos científicos, pero el Kremlin argumenta ahora con información más completa que la cordillera submarina de Lomonosov se continúa desde Siberia hasta Canadá y que por eso tiene derecho a explotar el fondo del mar hasta el polo. Con esta presentación, en realidad, Rusia sigue el camino de Estados Unidos, Canadá, Dinamarca y Noruega, pero su demanda suscitó alarma en Occidente.

La competencia económica en el norte del mundo repercute en la rivalidad estratégica. Así, en 2014 el alto mando ruso organizó el Comando Estratégico Conjunto para el Ártico y está construyendo en la región diez aeropuertos y trece estaciones para radares antiaéreos. Este 3 de agosto, además, creó el Comando Aeroespacial del Norte (VKO) para equilibrar al Comando Norteamericano-Canadiense de Defensa Aeroespacial (NORAD), cuya área de operaciones cubre todo el Ártico.

En torno al Polo Norte se encuentran 19 cuencas petroleras. Algunas de ellas, como la Bahía de Prudhoe, en el centro de la costa norte de Alaska, están produciendo desde 1968, pero la mitad de los yacimientos permanecen inexplorados. Según un estudio geológico del Gobierno estadounidense de 2008, en veinticinco áreas no trabajadas de la región ártica todavía hay yacimientos con 90 mil millones de barriles de petróleo y 44 mil millones de barriles de gas natural líquido (GNL), o sea el 13 % de las reservas estimadas en el mundo. Más de la mitad de este volumen se hallaría al norte de Alaska, entre ambos continentes y al este de Groenlandia.

En Groenlandia, precisamente, se encuentran las mayores reservas mundiales de petróleo. Bajo la dirección de Nunaoil (una empresa conjunta del Gobierno autónomo groenlandés y el Gobierno nacional danés) en torno a la isla están trabajando actualmente Dong Energy, Se calcula que enfrente a la costa oriental yacen 110 mil millones de barriles de petróleo. Para la exploración de la costa occidental (especialmente interesante por su accesibilidad), en tanto, el Gobierno autónomo ha dado ocho licencias sobre la Bahía de Baffin.

Si Shell tiene éxito en el Mar de Chukchi, desatará una corrida internacional con impactos ecológicos y conflictos estratégicos. No solo los ambientalistas, sino también los indígenas se preocupan. El Consejo Circumpolar Inuit (representante de 160.000 indígenas de Alaska, Canadá, Groenlandia y Rusia) ha reclamado infructuosamente que no se diera el permiso de exploración en Alaska. Los inuits dependen del delicado ecosistema regional para alimentarse y, si se afecta la fauna (los patos de flojel, las ballenas, las morsas, las focas y los osos polares), se destruirá su ámbito de vida.

La rivalidad entre las potencias hegemónicas y las corporaciones multinacionales por el control del petróleo y el gas del Ártico demuestra que los factores de poder esperan que los precios del combustible vuelvan a subir y cuentan con que el calentamiento atmosférico agudice cada vez más la lucha por los recursos energéticos y minerales. Al mismo tiempo, esta competencia ratifica la sabiduría del Tratado Antártico, al mantener por décadas la región circumpolar austral como reserva mundial.

Sin cooperación internacional, el esperado repunte en los precios de los hidrocarburos puede conducir a un desastre en el Polo Norte.

El autor es analista internacional. Doctor en Ciencias Sociales.

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Eduardo J. Vior