lunes, 16 de marzo de 2015

En la UE todos descargan sobre Italia la crisis de Trípoli

OPINIÓN

Italia busca neutralizar la situación en Libia

Italia busca neutralizar la situación en Libia
Después de haberse firmado el jueves pasado el acuerdo para el cese del fuego entre los principales contendientes en la guerra civil libia, la encargada de las relaciones exteriores de la Unión Europea, la italiana Federica Mogherini, presiona a los cancilleresde la UE para que hoy den a Italia apoyo naval para controlar la afluencia de refugiados a la isla de Lampedusa.
La jefa de la diplomacia europea ha estado maniobrando a varias bandas para evitar que el enfrentamiento interno libio desborde e involucre a Italia. El control del petróleo y del agua que fluye desde un gigantesco acuífero bajo el desierto, así como el dominio sobre el tráfico del uranio de Níger para la multinacional francesa Areva y el multimillonario negocio del tráfico de migrantes hacia Europa se confunden allí con los intereses de las grandes potencias y las rencillas entre los países árabes y magrebíes. Del éxito de la ministra depende la paz en el Mediterráneo Central.
Los participantes en la reunión de hoy de Ginebra auspiciada por la Misión de Naciones Unidas para Libia (MISNUL), dirigida por el español Bernardino León, llegaron el jueves a un acuerdo para formar un gobierno de unidad, cesar las hostilidades y retirar las milicias de las ciudades. Las facciones firmantes del documento de diez puntos acordaron además combatir el terrorismo islamista que en los últimos meses ha surgido con fuerza en la costa central del país. Para desafiar el acuerdo, en tanto, combatientes del Estado Islámico (EI) atacaron el jueves una comisaría de policía en Trípoli, hiriendo a un policía y dañando el edificio.
La crisis actual nace con el derrocamiento violento de Muammar al Khadafi en 2011, del que participó una coalición heterogénea de políticos y militares junto con grupos beduinos que se combaten mutuamente desde hace siglos. El conflicto se agravó, primero, por la intervención aérea anglofrancesa y la indecisión norteamericana, y luego por la intromisión de Egipto, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, que sostienen al gobierno reconocido, con sede en la oriental ciudad de Tobruk, por un lado, y por el otro de Turquía, Qatar y Túnez, que apoyan al gobierno islamista moderado de Trípoli.
Esta división regional y clánica del país se complica por la competencia entre las potencias. Mientras que EE UU y Francia soportan al gobierno de Tobruk, Gran Bretaña aprovecha las exportaciones del petróleo bajo control tripolitano. A ellos se suman distintas milicias regionales que escapan a todo control. Ante este panorama los países occidentales impusieron el lunes pasado en el Consejo de Seguridad de la ONU una moción contra el envío de armamento a Libia y ratificaron la misión de paz de MISNUL. Rusia se opuso, porque desconfía de que las negociaciones actuales puedan traer la paz.
Por el contrario, la diplomacia italiana busca desesperadamente que en Libia se alcance un acuerdo, para evitar que la guerra revierta en atentados en la península. Además, 170.000 refugiados han llegado en 2014 a Italia, muchos de ellos, libios. Al mismo tiempo, para pagar el apoyo que Silvio Berlusconi está dando a Matteo Renzi en su esfuerzo por centralizar el poder, el Cavaliere no se contenta con que la justicia lo sobresea en todas las causas penales, sino que exige al Palacio Chigi que recupere las cuantiosas inversiones italianas perdidas cuando Khadaffi fue derrocado.
El presidente del Consejo ha delegado la tarea en su adelantada en Bruselas, Federica Mogherini, quien viene negociando para acabar la guerra civil libia, contener la intervención extranjera y obtener ayuda naval europea para controlar el tráfico de refugiados.
El derrocamiento de Khadafi y la intervención extranjera destruyeron la unidad del país. La aparición del Estado Islámico en este caos alarma a Europa, Washington y Moscú, pero Gran Bretaña, Francia y EE UU están sólo relativamente interesados en la paz, porque mediante el control del petróleo libio mantienen bajo el precio internacional. Al mismo tiempo utilizan el tráfico de migrantes para bloquear a Italia y mantener viva en el continente la xenofobia y el racismo que necesitan para desviar la protesta social.
Ante este panorama el Estado Islámico se frota las manos porque, de fracasar el cese del fuego, quedará como único “representante auténtico de los creyentes”. En esta hipótesis las empresas occidentales seguirán haciendo negocios con las milicias locales, los migrantes continuarán muriendo a cientos en el mar, los jefes de los clanes libios se repartirán malamente el botín, el país africano atraerá y repartirá aún más yihadistas por África y Levante y la guerra se internacionalizará. Ante tantos interesados en el fracaso del acuerdo recién firmado, si Renzi quiere neutralizar la guerra, deberá conquistar más aliados en Europa y el Magreb.

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Eduardo J. Vior