domingo, 19 de enero de 2014

Entre el Iguazú y el Paraná fracaso la seguridad militarizada

Las Tres Fronteras, colador para criminales

Año 7. Edición número 296. Domingo 19 de Enero de 2014
 
Las dificultades de Argentina, Brasil y Paraguay para hallar al prófugo de Ezeiza Thiago Ximenez, ejemplifican la falta de políticas de seguridad democráticas e integradas.

Se perdió un hombre en la región de las Tres Fronteras entre Argentina, Brasil y Paraguay y nadie lo puede encontrar. La desaparición de Thiago Ximenez, alias “Antonio Junior Mateo Batista”, después de que su socio, Renato Dutra Pereira, “Renatinho”, fuera muerto en un enfrentamiento con la policía brasileña el pasado 10 de enero, remite no sólo a las fallas en la coordinación entre las policías de los tres países colindantes, sino también al fracaso de la concepción militar de la seguridad que en una zona porosa como la confluencia del Iguazú y el Paraná deja demasiados agujeros disponibles.
“Renatinho” cayó herido de muerte en la noche del viernes 10 en una casa de Jardín Canadá, un humilde suburbio en el norte de Foz de Iguazú, cuando tropas especiales de la Policía Civil y la Policía Militar de Paraná quisieron detenerlo. En la casa fueron hechos presos cinco hombres más y secuestradas ingentes cantidades de armas, también de guerra. La policía llegó a la casa, porque tenía informaciones de que uno de los ladrones del Banco Sicredi, en noviembre pasado, y del camión de caudales de Bradesco, el pasado 6 de enero, se encontraba en la casa.
La Policía Civil continua buscando a Thiago Ximenez, amigo de “Renatinho” desde 2005 e ideólogo de la fuga de 13 presos del penal de Ezeiza en agosto pasado. El botín del asalto del 6 de enero ascendió a 329.000 reales (unos 120.000 dólares). De la acción conjunta de las policías brasileña y paraguaya resultó el allanamiento de un puerto clandestino donde hallaron la lancha utilizada para pasar el río, una casa y el coche robado que usaron en el asalto.
El 12 de noviembre, Tiempo Argentino publicó en exclusiva que Renatinho y Ximenez habían sido localizados por la Policía Federal de Brasil (PFB). El informe detallaba que los evadidos se estaban ocultando en la casa de la madre de Dutra, que vive sobre los márgenes del Paraná. Según fuentes del caso, la Policía Federal de Brasil (PFB) los localizó en la favela de Jardín Jupira, cerca de la frontera con Paraguay. Los policías comunicaron a sus pares argentinos que no pudieron acercarse a ellos por la peligrosidad de la zona. Entonces se conjeturaba que seguirían viaje hacia la costa, a Porto Alegre, para de allí dirigirse a la región paulista donde se integrarían a las filas del Primer Comando de la Capital. Sin embargo, realizar ese viaje requería dinero y una infraestructura logística que debía proporcionarles el PCC, lo que evidentemente no ocurrió.
Hasta aquí la crónica policial. Al observador político se plantean varias preguntas: ¿por qué ambos prófugos permanecieron varios meses en Foz do Iguazú sabiendo que sería el primer lugar donde se los buscaría (y se los encontró, pero asombrosamente la policía brasileña no se atrevió a detenerlos)? ¿Por qué se arriesgan a hacer dos asaltos a mano armada a escasos metros de su refugio? ¿Por qué, si en el penal de Ezeiza ostentaban su vínculo con el Primer Comando de la Capital, permanecieron en la región fronteriza y no desaparecieron en la región paulista? ¿Por qué sigue siendo tan fácil para un criminal ocultarse en el este de Paraguay? ¿Por qué, siendo ambos criminales fozenses, las policías brasileñas no pudieron detectarlos y ahora no pueden hallar a Tiaguinho? ¿Dónde están los más de 300.000 reales producto del robo al camión de caudales de Bradesco? ¿Quiénes los sostienen, informan, refugian y/o negocian con estos criminales en la región transfronteriza?
Como ambos criminales procedían de Foz, conocían bien la región. Probablemente hayan pensado en refugiarse momentáneamente allí, para restablecer su contacto con la organización criminal paulista pero, o no lo consiguieron o el Comando les negó apoyo por alguna razón, probablemente por su alta visibilidad. Si así fuera, su refugio en las Tres Fronteras fue una trampa, ya que conocían bien el terreno y a la gente, pero ellos mismos estaban muy marcados y era cuestión de tiempo que la policía los hallara. Bajo este supuesto, los asaltos al Banco Sicredi y al camión del Bradesco fueron actos desesperados, para juntar plata en la esperanza de poder fugarse. Evidentemente contaban con fuertes apoyos en Ciudad del Este que les ofrecieron refugio después del segundo asalto, guardaron el dinero, los proveyeron de coche y disfraces y, probablemente, los cubrieron en la policía, para que las unidades especiales de la Policía Nacional no los detectaran. Sin embargo, todo permite inferir que hubo una grave falla en el trabajo de inteligencia policial brasileño y paraguayo, ya que dos criminales tan buscados no pueden refugiarse largo tiempo en una región tan llena de policías, servicios de inteligencia nacionales y extranjeros y militares.
A pesar de la intensa integración transfronteriza brasileño-paraguaya, la región de las Tres Fronteras sigue funcionando con políticas y administraciones desintegradas. Existe una coordinación interpolicial con asistencia norteamericana (el Comité de Seguridad 3+1) que funciona desde hace más de una década, pero las legislaciones penales y la organización de las policías difieren mucho. En Argentina hay una clara presencia de las fuerzas de seguridad, aunque con medios y personal insuficientes para cubrir la vigilancia de la intrincada frontera. En Brasil no existe un cuerpo especial de fronteras. De ellas se encargan el Ejército y la Marina brasileña que también asumen tareas policiales. Cuatro cuerpos policiales (la Policía Federal, la Policía Federal Rodoviária [de Carreteras], la Policía Civil y la Policía Militar) se superponen en las tareas criminalísticas. Particularmente la Policía Militar tiene una doble dependencia (del Estado de Paraná y del Ejército, como tropa de reserva) que la lleva a actuar militarmente en casos civiles y penales. En Paraguay, a su vez, también se encargan Ejército y Marina de la custodia de las fronteras, pero las tareas criminalísticas se concentran en la Policía Nacional. Sin embargo, la amplia y profunda corrupción del sistema político y económico hace que, cuando el gobierno o sus asesores estadounidenses quieren investigar y perseguir actos criminales, traigan fuerzas de elite de Asunción.
Si a este panorama se añade la extendida corrupción del sistema político brasileño, se tendrá la imagen de un colador lleno de agujeros y con una malla demasiado gruesa, como para controlar que pasa por él. Todas las respuestas a las preguntas formuladas más arriba apuntan a una sola conclusión: las policías están preparadas para la guerra contra estereotipos criminales y no para lidiar con delitos especializados, falta inteligencia común, las legislaciones penales son muy complicadas y casuísticas y existe una superposición de cuerpos policiales mal coordinados, cuando lo están, que dejan a la persecución de criminales dependiendo de casualidades y las habilidades de funcionarios individuales. Todo lo contrario de Estados de Derecho y de un Mercosur integrado.

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Eduardo J. Vior